Domingo 16 de junio de 2019
Fiesta de la Santísima Trinidad.

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Jesús contradice la experiencia de sus apóstoles, nuestra experiencia. Estamos apegados a la presencia física de nuestros seres queridos. Nuestra existencia se desarrolla con ellos y a través de ellos. Si nos dejan, sobre todo por la muerte, estamos desorientados, perdidos. Los extrañamos mucho.

Jesucristo anuncia a sus discípulos que les conviene que Él se aleje de ellos. Mientras Jesús siga presente, tan solo podrán tener un conocimiento imperfecto del misterio de Dios. Dios hecho hombre les encierra en límites de espacio y tiempo. No pueden llevar todo el misterio de la fe. Así es la inteligencia humana. Tiene límites. A veces su funcionamiento está distorsionado.

Jesús enviará del Padre el Espíritu de verdad que llevará a los Apóstoles a la verdad entera. Jesús resucitado, de regreso al Padre, vive plenamente en comunión con él. Todo lo que es del uno es del otro. Jesús no guarda celosamente para sí el amor, la verdad, la vida que recibe del Padre. Los comunica al Espíritu Santo, que él mismo los dará a conocer a los Apóstoles, a todo ser humano que abre su corazón a lo largo de la historia.

Ninguna persona de la Trinidad se encierra en sí y para sí misma. El Amor que circula, entre ellas se recibe, se comunica, se comparte y establece una brillante intimidad de ser, de vida y de felicidad.

Vitral “La Trinidad”, basílica de la Inmaculada Concepción, en Lourdes.

Se nos revela nuestra propia identidad de cristianos. El Padre que nos crea, el Hijo que nos salva y el Espíritu que nos ilumina, nos hacen la gracia de asociarnos a su unidad y de saborear ya su eterna alegría, a través de las realidades de este mundo.

En nuestra tierra conviven maravillas y dramas. Su evolución trastorna nuestros puntos de referencia y a veces nos hace dudar del futuro. Sin embargo, la Sabiduría de Dios, el Espíritu de Dios, se encuentra presente, obrando de manera invisible. De manera perceptible o subterránea, revela las delicias de Dios. Nos ayuda a vivir en la Iglesia la unidad que tiene como fuente y modelo la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Creemos con san Pablo que podemos poner nuestro orgullo en la esperanza de participar en la gloria de Dios. Esa esperanza no decepciona. Nos alegramos de aceptar ser pobres de todas nuestras pretensiones para recibir la riqueza de este reino del Amor, cuyo camino nos indican la Virgen María y santa Bernardita.


Mons. Jean-Paul Jaeger,
obispo de Arras (Francia)